Sabores en mis recuerdos, Ecuador
De Norte a sur, de este a oeste, la gama alimenticia en nuestra patria tricolor, es tan variada que todos los días se puede degustar diversos platillos, para todos los gustos.
Pero en el fondo sé que nunca nada como esa comida casera que en las manos de quien nos ama llega a su máximo esplendor.
Los primeros recuerdos que vienen a mí son de esas preparaciones, que aún hacen que mis papilas gustativas lleguen al éxtasis total, de mi Mami Lupe, como de cariño le digo a aquella amorosa mujer que se dedicó a mi cuidado cuando mi madre, al igual que mi padre, tenían que salir a trabajar.
La comida tiene esa característica de unirnos y en Ecuador esto es parte de la realidad, en la mesa se olvida todo conflicto o malestar, porque esa sazón que sólo las abuelas o madres tienen, es la que dibuja en los rostros una sonrisa de plena satisfacción.
Mi mamá me suele contar como la sazón de mi abuela y su olor hacía que los vecinos se reúnan tan solo por probar un bocado de su comida, algo que era muy común en el campo hace unos años, lamentablemente la magia hoy ya no está. Casi recuerdos de las delicias que sus manos creaban no tengo, pero sé que mi mamá y tías conservan algo de ello.
Nada hecho por mis manos tiene ese grato sabor, no sé ni cómo, ni por qué, pero todo lo que hacen sabe bien. Comida casera hecha con el ingrediente secreto, amor.
Este ingrediente el cual acompañado de la comida hace maravillas y a lo largo de mi vida ha jugado un papel fundamental. Mi mamá conoció a mi papá en el restaurante donde ambos trabajaban y una salida a comer los unió, hasta el amor se encuentra comiendo.
Es imposible creer que la comida no es la esencia de la vida y que la sociedad gira en torno a ella. Sentarme hoy a rememorar todo esto me deja sabores en los recuerdos, aquí en esta patria tricolor.

Tratando de encontrar inspiración adecuada para esta crónica bajo cuatro paredes en una habitación oscura, sin ningún resultado, oigo a lo lejos a mi madre decir: ¡a cenar! Bendita frase que reconforta mi alma y crea la musa que tanto necesito.
No recuerdo la primera vez que mis labios probaron las exquisiteces que Ecuador tiene para nosotros, pero sé de sobra que me debió encantar.
Cuando de la gastronomía ecuatoriana se habla nos podemos quedar horas y horas conversando y sinfín de platillos pasarán por nuestra mente, dificultando poder escoger tan solo uno.
Somos una nación dueña de una deliciosa gastronomía, me atrevo a decir que los alimentos de nuestra patria son el manjar de los dioses.
Aquí tener hambre no es ni siquiera una opción(y vaya que yo se de eso), pues en cada esquina podrás encontrar a la "madrina" con una serie de alimentos que no tan solo te llenarán el estómago, sino también el alma. Ella te da la yapa y si deseas el cocolón raspado.
Aquí comer en una hueca o agachadito no es sinónimo de pobreza, sino de tradición.
1998 Cena de fin de año.
